«Recuerdos de Madrid» de Guillen Berastegui de Armas
Casi lloró cuando sus compañeros de despacho se despidieron de él. Durante 15 años compartiendo la abogacía con ellos, ahora tocaba irse. Era la vez que más le había costado marcharse y bien lejos además, a Canarias.
–Tranquilos, vuelvo en 6 meses para hacer unas últimas cosas aquí en Madrid– dijo con ojos húmedos Nacho.
¡Ay Nacho! Recuerdo con ojos igual de húmedos todo lo que me contó. Llegó aquí con todo lo que yo necesitaba, su sabiduría y su experiencia. Me formó para ser el mejor. En tan poco tiempo nuestro pequeño despacho en Santa Cruz creció. Recuerdo todo eso como igual recuerdo como hablaba de sus compañeros de Atocha y de sus años de lucha en la clandestinidad por culpa del franquismo. Recuerdo a un héroe.
Pero ahora no recuerdo, sino que siento su historia de cuando volvió a Madrid. Un Madrid que era igual cuando lo dejó… o eso parecía. Estaba tan cerca de encontrarse a los compañeros que tanto añoraba cuando todo pasó… las balas, los gritos. Mientras todo el mundo huía, él iba hacia la fuente del sonido. Cuando llegó ya no había nada. Los terroristas se habían ido, pero allí, seguían sin embargo, sus amigos, sus camaradas, muertos. Hombres que solo montaron un despacho con el fin de proteger a quienes creían que lo necesitaban. Aquellos no eran solo compañeros de trabajo, sino de lucha, una lucha que no había acabado. Nacho no se merecía todo aquello.
Todo fueron lágrimas durante el camino de vuelta. Todavía recuerdo cómo nos abrazamos, al encontrarnos. Cómo tú llorabas por ellos y como yo lloraba porque estuvieras vivo, de vuelta, aquí conmigo, maestro.
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