«Organización» de Ana Marante González
La vena de su frente se hinchaba al ritmo del minutero del reloj. Su corazón bombardeaba con la rapidez de sus palabras y sus manos se movían en sintonía con sus pasos. Don Julián Marante estaba nervioso, era el gran día del Santo, su gran día. Entonces nada más llegar a la Real Socuedad se dispuso a adornar el lugar con órdenes y gritos:
-¿Dónde vas Manuel? Me da igual, te vas a la plaza a que Carmencita planche la bandera de Canarias. Sin una arruga, ¿Me has oído? Ni una. Eh tú, el de los pantalones hortera, prepara el cuadro con las medidas exactas y como yo lo quiero. Y la sorpresa final del acto de la Semana Grande. .. lo haré yo, sí, ya verán qué bonito me va a quedar.
Fuerte desastre. ¿Es que nadie podía hacer las cosas como él quería?. Así el cabeza de familia de los Marante organizaba la bajada de la Virgen de la isla de la Palma.
Él era un personaje, con su lenguaje artificioso y la colonia que le compraba su esposa Migdalia. Demasiado peculiar para encajar en la realidad como un personaje secundario. Era el cotilleo de muchos, pero también el protagonista del desorden cultural del pueblo de San Antonio.
La vena de su frente se hinchaba al ritmo del suero del hospital, su corazón bombardeaba con la lentitud de su respiración y sus manos no se movían. Así, años más tarde, mi abuelo organizaba su gran adiós.
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