La literatura antes de ser escrita para que llegara a viajar en el tiempo saltaba de boca en boca, y no el que más alto disparaba verborreas conseguía siempre expresarse con la sustancia llevada por la brisa que alimentan los oídos de los más hambrientos.
A pesar de que la literatura haya sido amordazada y quemada por los humanos desde siempre, sabemos con total franqueza que puede mover inmensas masas. Hace un tiempo escuché una entrevista a un escritor donde decía que el peor arma que puede existir, entendiendo peor como tenebrosa, horrenda o destroza-libertad, es la estupidez humana en un mundo donde podemos informarnos con tantas facilidades, donde juntando a mil estúpidos con un manipulador vil, todos terminan durmiendo a la sombra del último. Por lo tanto, me dirijo sin curvas a la libertad de expresión que posee la creación literaria, donde puedes pasear levantando mundos, donde eres capaz de hurgar y trasegar emociones entre las palabras que tú eliges.
Platón ya decía que «los poetas son mentirosos», pero con ello se refería a que falseaban la realidad más real existente, porque la edulcoraban mirándola con los ojos inyectados en almíbar. Porque la creación literaria consiste en la remodelación de la realidad que vivimos.
No obstante, volviendo al tema en cuestión, ¿por qué razón existía, existe y prevalecerá en vida, tanto la necesidad de contar historias, emociones e ideas, como de silenciarlas y fusilarlas? El lenguaje, como sabemos, es inherente al ser humano, sin embargo, no creo que seamos todos seres tan sociables, pero sí que a todos nos gusta escuchar historias o contarlas.
¿A quién no le gusta ser el dueño de un mundo donde podemos producir deseos internos? Aquí yace esperándonos la literatura como medio de creación de universos paralelos.
Aunque suene efímeramente ególatra, me embelesa el verbo crear porque con él jugamos a ser Dios en nuestro mundo ficticio y propio. Vivimos en un solo mundo, pero podemos viajar a millones diferentes. Soy de aquellos que creen que de vez en cuando debemos ser Narciso, pero sin ahogarnos en nuestro propio reflejo, es decir, todos tenemos un mundo interior del que enamorarnos. Todos tenemos un mundo interior que queremos que conozcan, y para ello existe la creación literaria, como puente de paso que te da la paleta de colores para poder alimentar aquella historia, recuerdo y emoción que nunca pintaste en páginas blancas o que nunca contaste. Porque uno puede ser seducido sin palabras, pero nadie se enamora sin ellas.
Comentarios recientes