Letal, de Nazayda Balmaseda Ramos
Puntual. Sonidos estrangulados en un silencio perpetuado. Tose, coaccionando las palabras en la sombra que luchan por salir. No es una tos cotidiana; es una tos angustiada y moribunda que funciona como un reloj, agitando mis despertares y perturbando mi pensamiento. Puntual. Efímero. Letal. Una vida marcada por el segundero de la enfermedad. Un alma condenada a morir con la promesa de volver a hacerlo veinticuatro horas después. Puntual.
Buenas noches, de Sonia Siverio Morales
Dormía bajo la oscuridad de la estancia cuando un intenso golpe rompió mi mundo de sueños. Luego, otro y otro. Confundida y temerosa me levanté a encender la luz. Todo se había caído de las estanterías, los muebles estaban descolocados, como si el más intenso de los huracanes hubiera llegado a mi habitación. Detrás de mí, él esperaba a que volviera a dormirme.
El objetivo, Silvia Pérez Acosta
Oscuras, estrechas, siniestras.
Así eran las calles por las que resonaban nuestros extraviados pasos. Un golpe seco y una fuerte brisa. Ahora los móviles no funcionan, las luces de las farolas titilan y las campanas de la iglesia interrumpen el sepulcral silencio.
Me giro hacia mis acompañantes, pero ellas ya no están. Escucho la voz de Sara, gritando mi nombre desesperada. Corro hacia al lugar de donde proviene su voz, pero allí no hay nadie. La inesperada brisa vuelve a azotar mi cabello y entonces lo escucho:
– Aquí estás.
Lectores, de Elena Monzón Cejas
Si a las 12 de la noche escuchas los ruidos de la puerta contigua, parece que está desatascando el fregadero. Pero yo sé el verdadero motivo. Cuando ella salió ayer, me fijé en dos cuernos sobrenaturales escondidos en su pelo.
«Desearás que solo exista en los libros», me susurró una voz interior en ese momento.
Esa voz me dice que pronto moriré, todos los días, a las 12 de la noche.
Adalid de la venganza, de Enrique Esteban de Cáceres
El destino los marcó, y los héroes se alzaron. Vivieron, lucharon y murieron juntos. Fueron traicionados por sus dioses. Eligieron nuevos héroes, bendecidos por sus propias virtudes. Al final de su historia, se ungió un nuevo dios. Los dioses se traicionaron, y los sellos se resquebrajaron. Es hora de despertar, vieja catástrofe. Es hora de romper todos los juramentos y vínculos. Es hora de que cobres tu venganza.
Gripe, de Paula Herrera
La calle siempre había sido un punto fácil para el peligro, pero estar encerrada en casa con mi abuela podría tener peores consecuencias. Hacía más de dos horas que no salía de la cocina y era mi oportunidad para salir de allí. Puertas que nunca habían estado en mi casa me cerraban el paso hacia mi libertad. Doblé la esquina hacia el baño, pero la sonrisa de ella me paró en la entrada. Corrí al salón. Ella envuelta en un albornoz me esperaba con anhelo. En mi habitación estaba en chándal, y al abrir la puerta de la cocina, sentada en el pollo. Entre la abertura y el cierre de puertas había una corriente, un aire, y de repente un susurro: «¿a dónde vas?».
Control, de Diana González Padrón
Mírame, te estoy mirando, mírame, ¿no me ves o no quieres verme? Mírame, estoy aquí, adelante, sabes que es la hora, mírame, no dejes que te hagan creer que no estoy, hazme caso y mírame.
«Ya», me dijo, pero hoy estoy segura de que estás.
Por fin, de Violeta Gutiérrez Huecas
Años de mentiras ocultando verdades, callando secretos, un beso al aire, un buenos días al viento, miradas furtivas que cuentan su verdadera historia. Una muerte que todos lloran, dos de ellos celebran en secreto; se buscan; se encuentran; se funden; se aman, esta vez, hasta que la muerte los separe.
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