«La vergüenza de alta mar» de Marta Ramos Gómez
No me lo puedo creer. De todo lo que podría haber pasado esta semana, pasa esto. Antes de salir de Tenerife habíamos quedado en que nadie externo entraría en nuestro camarote sin avisar, pero Naima nunca hace ni puto caso. Acaba de entrar Jorge por la puerta y yo cantando en la ducha. Lo peor es que no les oí entrar y acabo de salir con todo mi morro afuera con una toalla tapándome y otra en la cabeza. Ahora estoy en el baño otra vez y no sé que hacer. Mi ropa está fuera, pero con Jorge ahí no salgo. ¡Que encima me gusta! ¡Jooder! ¿Naima no se da cuenta de que ahí está mi ropa? Voy a gritarle.
-¡Naimaaa! ¿Me puedes dar la jodida ropa que está encima de la cama?
No me hace caso, es como si no oyera, y ya no sé que hacer. Les oigo reírse, tsss, encima. Voy a salir y la cojo yo, no queda otra. ¡Oh! No…Vuelvo a entrar rápido al baño. Tengo toda la cama tirada y con ropa sucia encima, y lo peor… ¡Las bragas colgando del armario! Después de esto tendré suerte si me traga la taza del váter.
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