LA MAGNITUD DEL ENGAÑO de Guillén Berástegui de Armas
Hoy he subido hasta aquí, pero no creí que que me llevara tal decepción cuando llegara. Los doscientos escalones que me separaban me han dejado agotado, pero mis músculos no están ni por asomo tan desgarrados como lo está mi alma ahora mismo, porque he descubierto la simpleza de mi ser.
Por un primer momento sonrío por todo cuando llego. Sonrío por haber escalado, sonrío por mirar que los pájaros surcan a mi lado, sonrío porque veo toda la ciudad desde aquí…y ahí empieza todo. Veo que la ciudad se impone ante mí desde ese monumento que tantos aprecian y que tanto significa para el pueblo. Veo de repente que sólo estoy encima de un gran montón de piedra y cemento. Veo que la gente es estúpida por querer tanto algo así. Entonces las miro, a todas esas personas que están ahí abajo haciendo una vida normal y cotidiana. La flecha de la iluminación atraviesa de pronto mi mente por completo, abriéndose del todo sin dejar que nada se quede en mi ridícula cabeza, porque eso es lo que soy, soy como ellos.
Me doy cuenta de que yo también pienso que eso hace a los hombres grandes, que somos grandes por torres y torres más altas. Me doy cuenta de la magnitud del engaño al que somos sometidos. Los humanos nos destruimos inconscientemente con la palabrería. Un día nuestras obras carecerán de límites y nuestra arrogancia podrá con nosotros.
El hombre no es más que un hombre. Habrá que buscar las alas antes de caer en el vacío.
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