EN SEÑAL DE PAZ de Nazayda Balmaseda Ramos.
Una vez más aquí, en el mismo sitio haciendo exactamente lo mismo. Cansada de esto y de tanta mentira, salgo de allí. Siempre yendo a la misma cafetería con el mismo traje y el mismo semblante alegre que no tiene nada que ver con mi realidad.
—¡Gracias!—exclamo por millonésima vez mientras salgo por el marco de la puerta.
Me congratulo de la suerte que tengo de conocer al camarero. Gracias a él como todos los días, bueno, como yo, y también come mi familia.
Quizás es paranoia, quizás me estoy volviendo loca de comer tan poco, pero creo que alguien me está siguiendo. Camino rápido, acostumbrada a que me sigan borrachos y cosas así. Pero no es un borracho, por sus pasos percibo que es una persona normal, en concreto un hombre, joven por su intensidad. Y se está acercando. Por fin, llega a mi lado.
Me preparo para una patada en sus partes, que siempre les deja en el suelo, y me dan suficientemente tiempo para correr y escapar hacia mi casa.
Me vuelvo violentamente y impulso mi rodilla hacia arriba, pero él es demasiado rápido y para mi golpe.
— ¡Ey! Tranquila, no te voy a hacer daño — dice alzando las manos, en señal de paz. Es guapo, es lo primero que pienso. En seguida desecho ése pensamiento de mi mente, no tengo tiempo para esto. Probablemente es de mi edad, o quizás un poco mayor. Fuerte y demasiado creído para mi gusto. Él empieza hablar, y yo le pido que no me toque.
Me dice que se llama Tyler, y que solo quiere acompañarme hasta mi casa. Mi instinto me dice que no le deje, pero estoy muy cansada y demasiado harta cómo para decirle que no. Así que caminamos juntos hasta allí, el sitio del que siempre me avergüenzo,del que jamás podré salir: mi casa.
— ¿Quién vive aquí? — pregunta él confundido y con los ojos cómo platos.
— Yo — respondo amargamente.
Cierro los ojos, esperando el momento en el que él me mire con asco y se vaya corriendo. Pero no llega, él se queda ahí parado, noto su respiración entrecortada por el frío que hace.
— ¿Y tu familia? — pregunta tras un rato d silencio.
— Eh… también viven aquí — respondo en tono neutro, sorprendida por que se interese por algo así. Nunca tuve un amigo, una persona que se preocupara por mí. Pero no puedo, no puedo revelar los secretos de mi familia.
— Gracias… por acompañarme hasta mi casa, no tenías por qué — digo mientras nuestros ojos se encuentran. Los de él son de un profundo azul, como el del mar, como el mar que tanto me gusta.
— ¿Cuando te volveré a ver? — pregunta.
— No creo que nos volvamos a ver — respondo, mientras me doy la vuelta.
Él me sigue hasta la ajada puerta de la casa, pero se la cierro en las narices.
Él golpea la puerta desde fuera, esperando a que le abra. Tras unos tres golpes decido abrirle, pero no llego a hacerlo, mi madre se pone en medio.
— Hola mamá — digo en tono neutro.
— ¿Quién es? — pregunta en tono feroz.
— Nadie del que te tengas que preocupar — respondo rápidamente.
— Éso lo decidiré yo — dice mi madre abriendo la puerta.
Tyler retrocede nada más verla, pero se contiene y se queda a unos cuantos metros de mi madre.
Mi madre le sonríe y se prepara para hacer lo de siempre, pero yo me adelanto y me pongo entre ellos dos.
— MAMÁ, NO — digo con convicción.
Pero mi madre tan solo me mira y sonríe, dispuesta a quitarme de en medio. Soy lo bastante rápida como para cerrar la puerta, dejando así algunos minutos para que Tyler se pueda ir corriendo.
— ¡Vete! — le grito.
— No me iré hasta que me digas qué es tu madre.
— ¿Cómo que qué es mi madre? — pregunto, con la esperanza de que me crea y se olvide.
— Yo…— dice él confundido.
— Está bien, Tyler, vete de aquí, no te puedo decir nada.
— Dímelo. O te juro que no muevo el culo de aquí — dice él, claramente sin entender la situación.
Respiro hondo. No quiero que muera.
— Está bien. Te lo diré. No es ¿qué sí es mi madre? Es qué somos mi familia.
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