El CAMINO DE LAS COSAS de Asier Serichol Pérez
El tumulto de gente abarrota la sala en un santiamén. Personas de todas las etnias entran a la vez, como un tropel, y me dejan suspendido en medio de un mar humano.
Me fijo en la mirada de cada ser que atraviesa mi alrededor, todas perdidas. Todas en direcciones diferentes. La infinidad de turistas sacan móviles y cámaras de fotos e intentan captar el mejor plano entre toda la gente.
-¡Paso! – Grito desesperado entre la multitud- Leches, que dejen paso.
Nadie se mueve ni un ápice. Rebajo mi mirada hasta mi transmisor, pensando en las órdenes salidas por el chisme hace por lo menos una media hora:
-Supervisa estancia.
Consigo abrirme paso, rebaso a un pareja japonesa que comentan ensimismados las pinturas. Esquivo a un grupito de ancianos y me escabullo entre los que mantienen sus cámaras en alto para las fotos del recuerdo.
-Aquí seguridad, nada extraño en la sala, todo en orden-. Le grito al aparato esperando que alguien escuche mis declaraciones al otro lado de la linea.
De repente unas exclamaciones inundan la estancia.
Empujo desesperado a las dos primeras filas y llego a la valla de seguridad. Entonces… Abro mucho los ojos y arranco el walkie del cinturón…
Tartamudeando… Informo hacia el aparato.
-No me lo puedo creer… Aquí en la sala, hemos… hemos perdido un cuadro.
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