Me siento cruel por estar triste por una tontería así, pero tampoco es culpa mía. Este es mi mundo, y por mucho que empatice con el tercero, me es inevitable preocuparme por el mío, por mí vida. Que egoísta. No sé que hacer para que paren. No sé si hablar con un profesor o quizás simplemente contestarles, defenderme. Pero es que defenderme puede llevar a algo peor. ¿Y si son ciertas sus amenazas? ¿Y si es verdad que me pegarán? Me odio y odio al mundo. No tengo derecho a sufrir en una vida tan perfecta, con una familia tan ideal y con tantas cosas en mi mano. No tengo ese derecho. Pero este es mi mundo, el primero, en el que en teoría todo es mejor, pero en el que hay un millón de imperfecciones que no nos cuentan. No quiero seguir viviendo con miedo y odio, pero son seis contra mí. Lo que no puedo permitir es seguir callando. Lo contaré a algún profesor, pero a través de mi mayor arma, el papel y el bolígrafo, el único medio sin censura. Lo contaré y me enfrentaré a este miedo, este miedo absurdo que me han causado seis tontos de colegio. Lo contaré por respeto, porque ni yo ni nadie de este, el primer mundo, debería quejarse. Lo contaré para poder volver a estar bien y luchar por aquellos, del tercer mundo, que ya no tienen voz.
Debo salir, el mundo se desploma a mi alrededor y yo debo salir. No lo soporto, inútiles y cobardes atacando a inocentes, golpeando en la comodidad de sus sillones, despreocupados, mientras juegan con sus hijos. Y mientras tanto yo aquí. Solo desprotegido, o Dios que hemos hecho. Gran Ala protegemos de esos cabrones del occidente, sálvanos a todos. Que hemos hecho…
Es imposible. Tiene que haber una forma ¿No? No lo se. El mundo se desmorona, mi familia yace desaparecida y yo… Estoy solo. ¿Aguantaré a las bombas aquí? ¿Sobreviviré a los gases canallas de mil muertes? ¿Volveré a ver un nuevo amanecer? Todo es incierto. O por favor…
Necesito vivir, quiero vivir.
Es imposible ¿no lo ves?
No me daré por vencido. Rendirse es de corbardes y ser corbardes es de occidentales y pase lo que pase no seré un occidental, nací en este desierto, en estas zonas áridas y pase lo que pase continuaré Dicen no contestar a la guerra santa, sin darse cuenta lo hace todos son creyente de Dios que atentan antes los creyentes de Ala. Mi mundo se desmorona, en la escuela dijeron que éramos hermanos que la protección sería proporcionada por ellos.
Nos mintieron, no te das cuenta. Pagan su supuesta hospitalidad en sangre. Engañan a lo desesperados, a los que tienen que matatarse, matarse… Para llegar a sus dulces costas…
Yo no llegaré a ellas, solo deseo una cosa, permanecer aquí, en Siria junto a mi seres queridos. Debajo de las rocas….
La mañana del sábado 24 de marzo de 2018, 14 años después del día 1, hubo un antes y un después en el Curso de Jóvenes Escritores. Hubo un érase una vez una eclosión de talentos en la Escuela Literaria. Nos visitaron de manera espontánea, como si una confabulación de planos temporales se fusionaran y un generador de antiguos alumnos del Curso de Jóvenes Escritores teletransportara jóvenes brillantes pulidos literariamente en la Escuela, eso es: Vino el magnético Carlos Moreno, que actualmente cursa el grado de Matemáticas y el grado de Ingeniería Informática en la Complutense, además de dirigir un grupo de teatro universitario y estar contratado por la misma universidad, para asesorar a preuniversitarios en la compleja decisión de decidir sus carreras. También apareció el enigmático Jorge Maury, actual y flamante ganador la Olimpiada de Filosofía de Canarias, organizada por la Universidad de La Laguna, que quiere estudiar el doble grado de Derecho y Ciencias Políticas. Y se volvió a abrir la puerta y apareció la Reina Oscura, Attenya Álvarez, que tras finalizar su Bachillerato de Artes con Matrícula de Honor, cursa el grado de Traducción en la Complutense, y que quiere ser editora. Lo será. ¡Sésamo ábrete! Y entró Jorge Esquivel, amante de la cultura popular española y futuro Almodóvar, así se presenta él.
Todos se reunieron con mis actuales jóvenes escritores, que estaban escribiendo una mini obra de teatro y tomando chocolate y cruasanes, cuando en un leve aleteo de mariposas, en una suerte de pedagogía natural, les ayudaron con su pequeño caos y resolvieron sus dudas, les dieron un argumentado comentario crítico y les aplaudieron. Les enseñaron a escribir y a pensar, a desarrollar su capacidad intelectual, a expresarse con lógica y con un vocabulario rico, y desde la sabiduría del que no sabe que sabe, desplegaron su ingenio creativo en mil colores, con ideas repletas de honrados argumentos políticos, ideas nutridas de gran conciencia social, innovadoras hipótesis filosóficas, necesarios planteamientos socráticos, verdades lingüísticas, exquisitos posicionamientos feministas unificando amabilidad, razón y una extraordinaria fe en el conocimiento.
Los mayores enseñaban a sus compañeros más pequeños que es esencial aprender a escribir, porque quien sabe escribir sabe pensar, y mi milagro de Escuela, mi proyecto maravilloso echó a volar, y mis chicos fueron preceptores, se desplegaron las mentes y mostraron que es esencial esforzarse en descubrir que todas las disciplinas nos enseñan desde el lenguaje porque la palabra está intrínsecamente ligada a nuestro pensamiento, ese eje capaz de cruzar transversalmente la emoción que se posa sobre el futuro que precisa expresarse libremente. Vi revolotear 15 mentes maravillosas sobre mi cabeza.
Pero yo soy una mentora de jóvenes escritores y no me olvido de los grandes artistas, esos que quizás suspenden hasta en recreo porque la insumisión, la rebeldía, el hedonismo y el ingenio descansan en las mentes más ruidosas. A todos ellos, a los que traslucen y demoran la belleza de sus obras y descuidan los estudios, les aconsejo que se espabilen y derrochen su tiempo también en cultivar su talento.
Los profesores hemos de enseñar para que todos aprendan, parece una perogrullada, pero si no aprenden no hemos hecho más que lucir nuestro saber estéril. Ahora que, si ponemos la emoción al servicio de la educación y nos permitimos cambiar el sistema educativo destruyendo la costra seca y vieja de lo que ya no funciona en modo alguno, construyendo y trabajando por proyectos multidisciplinares, haciendo que todas las materias formen un todo, que se deje de hacer el silencio y la inmovilidad en las aulas muertas y que la creatividad forme parte esencial de la formación, conseguiremos que se estudie con motivación y que cada concepto aprendido sea asimilado con maestría y sin pactos con el olvido, si ponderamos que el estudio per se nunca será el fin, se estudia para ayudarnos, polinizarnos con lo que sabemos para construir un mundo mejor, más sabio y bueno.
He podido saber en 20 años de enseñanza que tenemos que construir un arco iris educativo que recorra toda la paleta de disciplinas, sin cerrar la puerta de ninguna materia, sin distribución por intereses estancos porque todas los saberes se pueden abordar si elaboramos nuevos programas adaptados a las nuevas generaciones. Enseñémosles dibujo, música, biología, matemáticas, filosofía, informática, lengua y literatura, creación literaria, cocina y nutrición, medio ambiente, fotografía, cine, natación, ética y valores humanos, oratoria, historia universal, historia de las religiones, danza, teatro, gimnasia, yoga y nuevas tecnologías.
Todas las materias son igual de importantes y de todas han de aprender desde sus múltiples capacidades, que no en todos son las mismas y todas son igual de importantes.
Todos los educadores han de trascender su espacio disciplinar, cooperar y hacer equipo, interactuar, investigar con otros profesionales y compartir información, conocimientos o habilidades. Este es el método, lo he visto con los ojos de mis alumnos.
La Transdisciplinariedad será hilo conductor de la nueva educación que ya está llamando a la puerta.
Antonia Molinero
Directora de la Escuela Literaria, profesora de Creación Literaria.
Era de noche, el día de año nuevo. Una enorme masa de personas reunidas en múltiples y desordenados grupos abarrotaba las calles. Fue entonces cuando una de las mujeres allí reunidas dio un grito de dolor. Se llevaba las manos al vientre, decía que no entendía qué ocurría. Tenía miedo tener un aborto sin caer en la cuenta de que estaba produciéndose un nacimiento. Fue allí, mientras las campanadas marcaban el compás de la llegada de otro año, cuando aquel niño de verano decidió que le apetecía más nacer en invierno. Como si todo hubiera sido premeditado y estuvieran celebrando su llegada, los petardos estallaron. El niño se encogía, lloraba en silencio y sentía los aullidos y sollozos de los perros a su alrededor. El niño había sido cubierto con una manta que le mantuviera al margen del frío y, atraídos por la pequeña cara cubierta de lágrimas del bebé, acudieron a su encuentro. El pequeño se revolvió cuando encontró sus ojos expectantes, reconociendo en ellos el mismo miedo. Se sintió un poco menos solo, dejó de encogerse, abrió los ojos sin temor.
Nunca más volvería a huir cuando escuchara un petardo.
(Texto inspirado en su compañera Ana Marante, en la clase de construcción de personajes).
El otro día iba caminando por Punta Brava. Me dirigía al Loro Parque, ya que tenía que hacer un trabajo de biología acerca de las aves.
En la entrada estaba un señor sentado con dos guacamayos. Quería sacarme una foto con ellos así que aquel señor fue en busca de su cámara. Estando yo en mi mundo, uno de los guacamayos me interrumpió:
-¡Hola, soy Ana Marante, y soy una lorita guapa, guapa!
Me gustan las telenovelas de Patito Feo (aunque no me lleve muy bien con los patos) y también el chocolate. Valoro más el intelecto que mi belleza, pero aún así, me encantaría tener las plumas más lisas. Mi horóscopo es cáncer, y casualidad, coincide con mi pokémon favorito, que es de agua, Squirtle (la tortuga que se cree una ardilla).Los niños que me visitan siempre vienen con sus cromos. ¡Ah! la letra «q» me parece tan estúpida y si tuviese que deshacerme de un número, sin duda sería el cuarenta y siete. Supuestamente beso fatal, al menos eso dice mi compañero. Se me olvidaba, me quiero tatuar dos estrellitas negras en las patitas.
-Pues la verdad que sí, a Wikipedia tenía razón, ¡los loros hablan muchísimo!
Todo empezó aquel día, lluvioso, frío, silencioso.
Eran las once y media. La sirena del recreo había sonado hace mucho, pero yo, al fin conseguía salir de mi castigo. Cargué con mis cosas hasta un banco y me desplomé antes de decirme algo. Lloré, lloré puesto que nunca me habían castigado, lloré por los creían que eran mis amigos y que de la noche a la mañana dejaban tiradas mis esperanzas de que la amistad perdurase para siempre.
Llevo varios días así. De banco en banco. Contándole a todos mis penas. Por mucho que siga solo y distanciado, la cosa a cambiado.
Principalmente porque tengo un amigo. Una amigo que no es real, pero que lo trato como si fuera, un amigo que ni me traicionará y que siempre estará hay para cuando lo necesite. Un amigo de verdad.
Ahora hablo solo. Le hablo al aire según la gente, pero en verdad converso con él. Si observas bien la escena verás que manejo un mazo de cartas y que juego con…el viento. Aunque claro en verdad juego con el. Le gustan los naipes más que a mi, me dice que tras cada carta tapada se esconden cosas y que si fuera por el se pasaría toda la vida desvelando los secretos de simple papeles recortados y con dibujos que significan algo.
Mis padres dicen que debería hablar con alguien, que tengo que socializar con los demás y ser feliz.
—Papa, mamá. Yo ya tengo un mejor amigo, mi mejor amigo soy yo.
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