por Antonia Molinero | Feb 22, 2016 | Alumnos, Jlog, Los alumnos escriben
Texto escrito por Carlos Sánchez Santos, alumno actual del Curso de Memorias 2015-16
¿Qué es el cambio?
Para saber si ha habido cambios sustanciales entre el hoy y el ayer, primero tenemos que definir que es el ayer, y a que nos referimos como cambios sustanciales.
Hace treinta mil años el hombre, tal como lo conocemos, ya habitaba la tierra. Ha pasado mucho tiempo, pero físicamente nos parecemos bastante, tenemos casi la misma estatura, dos ojos, dos orejas, una boca, y nuestras manos tienen cinco dedos cada una.
Hace seis mil años, en el neolítico, el hombre ya fabricaba herramientas y el tipo de alimentación de los cazadores-recolectores se asemejaba mucho a la de gran parte de la humanidad de hoy en día.
Por otra parte no puede negarse que ha habido grandes cambios y grande inventos que han hecho evolucionar a la humanidad. La rueda, no se sabe ni cuándo ni dónde, y la domesticación de los animales facilitaron mucho el trasporte de cargas pesadas, que hizo posible la construcción de pueblos y ciudades. La imprenta en siglo XVI, hizo posible la extensión del saber, y que millones y millones de personas puedan hoy leer y estudiar. La máquina de vapor, que dio origen a la revolución industrial, y al desarrollo de grandes barcos y más adelante a la aviación.
Los siglos XIX y XX están plagados de inventos en todos los campos del saber humano. La locomotora, el teléfono, la lámpara incandescente e incluso la aspirina y la Coca Cola se inventaron en el siglo XIX. El automóvil, el avión, la radio y la televisión, los ordenadores, los móviles, Internet, son algunos de los grandes inventos del siglo XX .
Sin embargo el hombre no ha cambiado tanto. El mundo sigue inmerso en guerras por doquier, y permanece el principio de que el mas fuerte puede, y de hecho lo hace, abusar a menudo del más débil. Solo se ve una mínima esperanza de cambio en la acción de las sociedades humanitarias, que cada día se dedican a ayudar a los más necesitados.
Hace poco leí la siguiente frase : «Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros.»
Pensé que era una frase adecuada al mundo actual, y mi sorpresa fue mayúscula, cuando descubrí que había sido escrita por Marco Tulio Cicerón en el siglo primero antes de Cristo.
Definitivamente los cambios en profundidad son minúsculos, y el parlamento español actual se parece mucho al Senado romano, donde primaba más el interés de las distintas facciones o partidos, que el bienestar de los ciudadanos o de la república.
por Antonia Molinero | Feb 1, 2016 | Alumnos, Los alumnos escriben
Texto de Joaquín Tena, actual alumno del Curso Escritura de Memorias.
Sociedad, ciencia y conciencia
Ya quedan pocos españoles por el suelo patrio que se acuerden del Plan de Estabilización de Ullastres. Consistía en algo parecido a los recortes de hoy día. La historia da vueltas y acaecen las mismas cosas en tiempos distintos. Con un golpe de timón político todo cambia. Se hizo famoso el discurso del ministro porque para acercarse al pueblo se despojó de la jerga economicista y dijo aquello de que si no se podía comer merluza habría que comer chicharros. Lo de la merluza debió de ser un desliz del ministro, porque lo que se veía en las puertas de las tiendas de comestibles de la época eran unas cajas redondas de madera con arenques secos. En las ventas se vendían alpargatas y latas de mejillones y el pan se cocía en hornos de leña y lo vendía el panadero; la leche la traían las lecheras y de vez en cuando una mujer bajaba del campo con quesos de cabra, liebres o perdices. Los pantalones los confeccionaba la pantalonera, y a la camisa del hermano mayor le daban la vuelta al cuello y la heredaba el pequeño.
En primaria íbamos a la escuela con una enciclopedia que hoy echan de menos los comentaristas de la COPE, y en bachiller se heredaban los libros.
Los belenes no tenían lucecitas; si acaso, una bombilla detrás del palacio de Herodes, y cuando murió Kennedy lo vimos en blanco y negro…qué digo, y Franco, ¿se acuerdan ustedes? :españoles Franco ha muerto… todo gris, muy gris y muchos grises.
De repente todo empezó a moverse. Yo creo que el rock and roll tuvo la culpa de la primera ola de avances tecnológicos; bueno el rock and roll y la penicilina y el petróleo y el plástico y la televisión y el turismo. En España teníamos la conciencia de que fuera, es decir en Francia y alrededores, todo era mucho mejor que aquí dentro; aunque a la vez se decía que como en España no se vivía en ningún sitio. Es que este es el país del oxímoron por excelencia.
En la España marítima y playera la vida cambió a caballo de las caderas y los bikinis de las turistas: si había nórdicas en la playa había desarrollo, si no, a la era con las caballerías.
Un día cogí El País, cuando aun me creía lo que publicaban, y leí: Al Gore en una alocución ante los medios hizo saber que se iba a impulsar la red de redes para uso publico: “el contenido de la Biblia”, añadió, “podrá pasar íntegro a través del Atlántico en cuestión de minutos”.
Comenzamos a saltar desde los teléfonos móviles que parecían un maletín de auxiliar técnico sanitario hasta el diseño mínimal del iphone 6, las impresoras por wifi, los coches sin conductor, los robots, los cajeros, las cajeras, el arroba punto com o los implantes dentales y las muñecas hinchables.
Pero ningún invento comparable al euro, de metal o de papel, nos lleva de la ceca a la meca, y gracias a él más de media España no llega a fin de mes.
Este mundo se ha dado la vuelta a si mismo, y lo que hasta ahora se consideraba “las ciencias adelantan que es una barbaridad”, se ha convertido en un ERE múltiple que echa a la gente a la calle porque la robótica hace lo que hasta fechas recientes hacíamos con las manos y la cabeza. Hasta la Thermomix le ha dado un codazo a mi asistenta.
No me parece mal que la tecnología avance, no me parece mal pensar que dentro de dos décadas los robots nos hagan todo. No, no me parece mal el ocio ni el negocio. Pero como la robótica produce bienes; no pobreza, pienso que esa riqueza se reparta, se reparta el trabajo y sus beneficios.
¡Yes we can!
por Antonia Molinero | Ene 27, 2016 | Alumnos, Los alumnos escriben
Texto de Ana Correa, actual alumna del curso Técnicas de la Imaginación 2016
SOY JOVEN, POR ESO PUEDO, POR ESO MUERO
Y digo yo, si puedo morir joven ¿por qué morir de mayor?, sencillo, cuando una muere joven todavía está de buen ver y en el momento del sepelio, los que te quieren y los que no, te pueden mirar y disfrutar de tú semblante, en mi caso, de mi refinada belleza y mi tez de porcelana. Además de esto, me ahorro pagar “la muerte” durante años, ¡qué necesidad!
Yo creo que lo inteligente es no vivir mucho tiempo, así la seguridad social se ahorra tener que pagarte la pensión de jubilación, no harían falta los viajes del IMSERSO para toda esa multitud de remiendos humanos y el país no tendría tanto gasto. Nos evitaríamos un montón de residencias para viejos con achaques insufribles y de paso tanto personal desquiciado. Bajaría la tasa de paro y la necesidad de prestaciones por desempleo. Seguro que saldríamos de la crisis.
No quiero llegar a vieja con dolores en las piernas, con la cara arrugada como una ciruela pasa, con manías y malestares propios de la edad, ¡que necesidad de dar la vara a mi familia!, me tienen que lavar el culo y el chumino, ponerme pañales, ayudarme a bajar las escaleras, llevarme a los médicos, comprarme un zonotone, repetirme las cosas más de tres veces… Cuando eres mayor no sirves para ti ni para los demás, no quiero convertirme en un estorbo humano.
Así que ahora que soy joven al hoyo y el que quiera estar vivo al bollo. Me voy para el otro barrio, ya veré lo que me encuentro por allí, quizás sea más interesante que lo que hay por aquí. Seguro que me entero de lo que fui en otras vidas, acaso una dama de la alta sociedad francesa, un científico ilustre, una artista de revista, o una reina egipcia ¿quién sabe?
Por eso estoy de acuerdo con que se invente un servicio sanitario donde la gente joven podamos acudir y pedir morir. Yo sería la primera de la fila. Voy redactar una petición “Vía Change” para solicitar firmas y presentar la siguiente propuesta al gobierno: “Los jóvenes de este país tenemos derecho a una muerte digna, es responsabilidad del Gobierno de España crear un servicio gratuito que lo facilite, ejerzamos nuestro derecho a no llegar a viejos”, si estás de acuerdo firma esta petición.
Gracias, tú firma ha hecho justicia…, lo hemos conseguido.
Ana María Correa García
por Antonia Molinero | Jul 27, 2015 | Alumnos, Los alumnos escriben
Texto de Isabel Casanova, alumna de nuestro Aula Virtual, un espacio para alumnos con poco tiempo.
http://escuelaliteraria.com/cursos-aula-virtual/
Y NO HACÍA NADA MÁS QUE EMPEZAR…
Y recuerden, este es el último año, y recuerden esta es la última oportunidad, recuerden este año es la selectividad. Estas palabras me perseguían, querían atraparme, querían engullirme. El final, se acaba, conseguían que tuviera en mi mente un reloj de arena al que habían dado la vuelta. Y ese sonido, suave de la fina arena cayendo y deslizándose de manera sutil como si quisiera que yo no me diera cuenta, pero estaba ahí. En cada paso, en cada sentencia de aquellos que creían que tenían la competencia del juicio final. Y seguía cayendo sigilosa, su sonido a la par que suave me resultaba atronador, me atenazaba. El tiempo, justiciero nos pondría en nuestro lugar. Sentencias hechas con la voz de la experiencia, de aquellos que se creían con la potestad de saber quiénes merecían tener un mejor o peor destino. Mi alma de joven asustadiza, a la que un reloj de arena con su sonido cada vez más intenso, cada vez dándome avisos, de que el tiempo se acaba, ya no hay más, este es el final. Y la arena se desliza y cae rápida y la escucho con menos sigilo, como si me hablara. Llegó mi hora, estoy preparada, tras unos largos días de angustiosos exámenes, donde ya nos avisaron que era nuestro final, donde nos hacían creer que no había nada más después de esto…
Han pasado los años, el reloj de arena se ha puesto en marcha cientos de veces, me ha atemorizado otras tantas, y supe que esto no hacía nada más que empezar. Tras dos intentos universitarios fallidos, por intentar llegar a un sueño por el camino que parecía más corto, porque mientras me decían que llegaba el final, que el tiempo se acaba, nadie me dijo que me estaba equivocando. Y esto no hacía nada más que empezar, porque surqué mares que jamás pensé que surcaría y me llevaron a barcos de los que jamás pensé que formaría parte de su tripulación y aprendí. Y me caí, y me levanté y me volví a caer y me volveré a levantar. Y el sonido del reloj de arena sigue conmigo, para que recuerde siempre que: Y no hacía nada más que empezar.
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