EL CAMINO DE LAS COSAS

EL CAMINO DE LAS COSAS

El CAMINO DE LAS COSAS de Asier Serichol

El CAMINO DE LAS COSAS de Asier Serichol Pérez

El tumulto de gente abarrota la sala en un santiamén. Personas de todas las etnias entran a la vez, como un tropel, y me dejan suspendido en medio de un mar humano.

Me fijo en la mirada de cada ser que atraviesa mi alrededor, todas perdidas. Todas en direcciones diferentes. La infinidad de turistas sacan móviles y cámaras de fotos e intentan captar el mejor plano entre toda la gente.

-¡Paso! – Grito desesperado entre la multitud- Leches, que dejen paso.

Nadie se mueve ni un ápice. Rebajo mi mirada hasta mi transmisor, pensando en las órdenes salidas por el chisme hace por lo menos una media hora:

-Supervisa estancia.

Consigo abrirme paso, rebaso a un pareja japonesa que comentan ensimismados las pinturas. Esquivo a un grupito de ancianos y me escabullo entre los que mantienen sus cámaras en alto para las fotos del recuerdo.

-Aquí seguridad, nada extraño en la sala, todo en orden-. Le grito al aparato esperando que alguien escuche mis declaraciones al otro lado de la linea.

De repente unas exclamaciones inundan la estancia.

Empujo desesperado a las dos primeras filas y llego a la valla de seguridad. Entonces… Abro mucho los ojos y arranco el walkie del cinturón…

Tartamudeando… Informo hacia el aparato.

-No me lo puedo creer… Aquí en la sala, hemos… hemos perdido un cuadro.

MARTINI DULCE

Martini dulce de Joaquín Tena, alumno actual del Fitness con Letras.

-Bajada y subida son el mismo y único camino, -me dijo un señor de barba blanca, cuando me senté en la mesa donde él tomaba una jarra de cerveza. Compartí su mesa porque yo sé que en Inglaterra es costumbre compartirla con otras personas aunque no las conozcas, y el hombre, un lobo de mar, hablaba perfectamente el español, pero con fuerte acento anglosajón.
Apenas me hube sentado, él se levantó y me deseó las buenas noches.
La camarera se deslizaba como un delfín entre las mesas, con la gracia de una bailarina de ballet, bandeja en mano, sonriente y servicial.
Pedí una botella de vino rosado mientras pensaba en lo de la subida y la bajada, porque el lobo de mar con su sentencia de gurú del Ganjes me había dejado mosqueado. Pero al segundo vaso ni el lobo de mar ni la sentencia formaban parte de mi existencia.
Yo estaba embobado con la camarera que me recordaba a Leslie Carol, una actriz con carita de gata de tiempos de “Lo que el viento se llevó”.
Pero, como estaba leyendo “El talento de Mr. Repley”, y en esta novela los personajes beben mucho vermut , pedí un Martini.
La camarera sonrió, y, a la vez que anotaba mi pedido, me dijo que para aperitivo era mejor el Pernaud. Pero me tomé un vermut blanco como Marge, la amiga de Mr. Ripley. Frío, dulce; repetí otro antes de pasar a los entremeses, y siguiendo los consejos de la doncella de Orleans (lo noté por el acento) , pedí una ensalada con fois que le ayudé a bajar con un provençal demi-doux.
De repente la camarera me recordó a Isadora Ducan: una libélula entre los clientes, ligera y transparente.
La bebida en los señores de edad provecta se precipita rápida en la bajada y, si se tiene costumbre, aguanta la subida. Pero la bajada y la subida es un mismo camino: de la cabeza a la vejiga. Hice un gesto como queriendo buscar al lobo de mar que súbitamente había vuelto a mi conciencia. Pero no estaba, así que tras dominar la punzada de la hernia discal, me levanté y me dirigí al aseo. A la salida del mingitorio intenté que no se me notara el efecto de los martinis y con cuidado volví a la mesa. Pero al acercarme vi un pájaro picoteando los restos de mi ensalada tibia. Creo que era una gaviota, aunque no estoy seguro, porque yo de ornitología… Lo que sé es que el pájaro debía de tener diarrea, pues la mesa y la silla estaban llenas de cagadas y, aunque la Isadora Duncan me dijo que enseguida me preparaba otra mesa, yo estaba de pie, mirando a todo el mundo, y todo el mundo me miraba sonriente, porque casi todos, dejándose llevar por los consejos de la chica habían bebido como Mr. Repeley en la novela, aunque no la estuvieran leyendo.
Isadora me sugirió que en lugar de estar de pie mientras se restablecía el orden perturbado por el pajarraco mejor sería que me sentara a la barra, donde me sirvieron una copa de vermut, invitación de la casa.
Como detrás de la barra había un pequeño televisor que retransmitía un partido de la Real, club del que soy aficionado, me quedé mirando hasta que la camarera me sugirió continuar con un escalope de ternera con muselinne de ajo y judías verdes. Cuando llegó el escalope, el partido estaba en la prórroga, así que le pedí que me dejara continuar en la barra. “Pas de problèmme”, dijo. Para los postres ya el partido estaba en la tanda de penaltis y devoré un helado de higos con chocolate caliente acompañado con vino Málaga. El Málaga lo bebí de un solo trago, con lo que la libélula me sirvió una segunda copa. Pero , a pesar de la torpeza que estaba adquiriendo mi lengua, logré decirle que preferiría un cava.
“No se apure”, dijo, “en vista de todas las incomodidades sufridas, la casa le invita a tomar una copita de cava”. Como ya llevaba un rato malinterpretando la realidad, asentí. Daba tumbos desde la banqueta y tan pronto me quedaba anonadado mirando al televisor como giraba la cabeza para mirar si las gaviotas se metían con otro cliente.
En una de estas, cuando pasó la muchacha, le quise tocar en el brazo, pero le desestabilicé la bandeja y se fueron rodando, con restos de postre, los platos de los últimos comensales.
-No se apure,- me dijo -ya eran los últimos clientes, y después de usted cerraremos el comedor.
-Pues, siéntate y tomate una copa ahora, conmigo. ¡Hala, que yo te invito!
Se desasió de mi, que inoportunamente le estaba cogiendo el vuelo de la manga, y con determinación, dijo: -Lo siento, yo nunca bebo.
Quise pensar en la palabra abstemio, pero me resultaba imposible pronunciarla. Así que le dije que la bajada y la subida son un único y mismo camino y le dejé cincuenta euros de propina, que ella rechazó de plano, y con la dulzura de un sorbo de martini me cogió de la mano y me llevó a la puerta, donde mi interior maulló como un gatito en celo por más de diez minutos.

COMO UNA ESTRELLA FUGAZ

Sylvette Athouel, alumna del curso de Memorias, nos deja este texto sobre la vida, Como una estrella fugaz.

Como una estrella fugaz

La vida…uffff ¿la vida es este momento en el que te pegan en el culo para que llores? Vaya forma de abrirte a un mundo nuevo después de salir de un vientre tibio y encontrarte de bruces con una bata blanca que tira de ti, te gira el cuello como un pollo para sacarte de tu piso alquilado durante nueve meses, un piso con vistas al amor…
La vida es una canción inacabada, una canción que vas componiendo día a día, canción de cuna, canción de cuento de hadas, canción de amores adolescentes, canción de desamor, de llantos, risas, perdidas, canción del ave fénix. Volver a empezar en cada momento, descubrir lo inesperado, paso a paso y cada paso es diferente como diferentes son los momentos, las emociones, la percepción de la luz y de la noche, los olores porque aunque hagas la tortilla de patatas de la misma manera, siempre huele diferente y sabe diferente.
El aprendizaje es así, nunca termina, las lecciones de vida son continuas, la mirada cambia, las creencias se desvanecen, el cuerpo llora una hora, un día, una semana pero se abre un espacio de serenidad poco a poco y las olas mentales ya no te apresan. Hablar de la vida es ver un inmenso campo de partículas que podemos armonizar o enredar, según el momento de cólera, de odio, de alegría, de satisfacción o de amor, es nuestra forma de pensar y nos pertenece porque la hemos elegido.
La vida son los mensajes susurrados por el alma, cuando estas a solas y oyes una voces lejanas que te hablan, que te indican el camino y te dan fuerza para continuar porque no estas sola, porque la soledad no es real, es un estado de tu alma inquieta y de tu fe quebrantada.

Mi vida ha sido pilotada por el miedo y la inseguridad durante muchos años. Esto ya desapareció. Me di cuenta que era una mentira, que no era real, que solo era una creación, un invento, una manera de pararme y limitarme. La fuerza de voluntad me ha permitido comprender que lo que realmente aprecio en la vida es lo que más esfuerzos me ha costado.
La vida son las grandes etapas de nuestra existencia, el camino para convertirse en seres alegres, en guerreros espirituales y aceptar el riesgo de nuestra libertad, tener el valor de aceptarlo todo incluso lo que más temor nos produce.
La vida son los recuerdos grabados en la memoria de un tiempo cuando envejecer era utópico porque solo existía la escuela y el patio del recreo pero cuando los aviones de papel se los lleva el viento, es que ya pasó una etapa de tu vida, se fue como una estrella fugaz.
A pesar de las amarguras, los amores que pasan, los ideales que se hacen la maleta, la vida se aferra y renace como las primaveras que traen bocanadas de aire fresco.
La edad, los kilos, los niños, la hipoteca, los malos momentos, batallar, salir adelante, aprovechar el tiempo para alcanzar la felicidad. Dejar de funcionar como autómatas, creer en uno mismo, sentir y vivir sin obligaciones absurdas, sin ser engullidos por una vorágine de botones, mandos a distancia y cámaras digitales.
A mi me gustaban las fotos en papel, las fotos en negro y blanco. Ahora tenemos ficheros “verano2012” con 600 fotos. Pero ¿quién va a tener paciencia para mirar 600 fotos? ¿Cuántas familias se van a sentar para ver 600 fotos…….o bajarse horas y horas de música …….no sirve para nada a no ser que pienses ir a Alaska caminando enchufados a tus auriculares. Pero esto también es la vida.
La vida es un paseo a veces por las nubes, a veces bajo tierra, es un camino largo que sube, baja y se pierde, es escalar una montaña, cruzar un bosque de elfos y princesas, enfrentarte a tus propios dragones y quemarte las pestañas. No creo que la vida de un ser humano consiste en pasar algunas décadas en la tierra a experimentar y desaparecer, no tendría sentido, y como no tiene sentido no puede ser verdad. Hay algo más, algo intangible, sutil y misterioso, secreto y mágico.
La vida es infinita, es antes de la vida y después de la vida porque hay otra vida después de esta, porque la vida tiene alma y el ama tiene vida eterna. La vida es imprevisible porque el futuro esta por hacer, solo el momento presente es verdadero, palpable y hay que vivirlo como algo único y esencial. Como una estrella fugaz.

¿EBOOK O PAPEL? MEJOR LOS DOS

Desde que nació el e-reader o lector digital se ha creado un debate en torno a este nuevo dispositivo pensado para lectores. Por un lado, hay quien clama que nunca lo utilizará, ya que “no es lo mismo que leer un libro en papel”. Sin embargo, cada día hay más gente que le da una oportunidad a estos aparatos y descubre su enorme utilidad.

Un e-reader presenta diferentes ventajas que lo convierten en un dispositivo muy interesante para los amantes de la lectura. En primer lugar, es más ligero que un libro en papel normal. Ahora no tienes por qué cargar una novela de más de mil páginas en el bolso, con el e-reader apenas te darás cuenta. Y si te aburres y deseas empezar una nueva lectura, el e-reader te permite almacenar más de mil libros que podrás llevarte adonde quieras. Además, los libros en formato digital suelen ser más asequibles, lo que nos permite ahorrar, y, según la plataforma de compra que uses, cada día puedes encontrar ofertas muy interesantes. Asimismo, tener acceso a libros en otros idiomas es más sencillo, ya que están disponibles a un simple clic.

Por supuesto, el lector digital también tiene sus defectos. Tener que cargar la batería cada cierto tiempo puede desanimar a algunos, pero una generación que convive con smartphones no debe de ver esto como una gran desventaja. Quizás el mayor hándicap de los e-readers para un lector es no poder enterrar la nariz en las páginas y aspirar ese olor característico de las hojas impresas o carecer de la libertad necesaria para ir de una página a otra sin tener que moverse por una pantalla. Acariciar los lomos de las novelas o abrazarlas (todos lo hemos hecho alguna vez, no lo neguéis ahora) tampoco es posible, pero siempre podemos adquirir una copia en físico de aquellas historias que realmente se merecen un puesto honorífico en nuestras estanterías.

Tener un e-reader no implica renunciar del todo a los libros en papel. Ambos son compatibles, ya que puedes leer varios libros a la vez y tener uno sólo en la mesilla de noche. Por no hablar del espacio que ocupan en la estantería, meter todos nuestras novelas en un espacio reducido se ha convertido en un auténtico reto digno de reconocimiento. Que tire la primera piedra quien no ha tenido que reacomodar sus estanterías cuando ha adquirido un nuevo ejemplar que, seguramente, no debería haber comprado, puesto que la lista de pendientes de un lector es interminable y no hay mejor testigo de ello que los abarrotados estantes.

Está claro que cada persona tiene sus gustos y preferencias. No obstante, ¿por qué elegir entre el papel y lo digital cuando puedes utilizar ambos?
Firmado: Fayna Torres, alumna de Periodismo de la ULL en prácticas en la Escuela Literaria.

MADRE TIERRA

Madre Tierra, relato de María Nieves Miñano Pérez, actual alumna del Curso de Memorias 2016.

La etiología de la palabra crisis es muy reveladora para entender lo que está pasando en el mundo. Se deriva del griego krisis y tiene varios
significados entre ellos, separar, decidir, romper, pero sobre todo significa un momento en que la rutina y las viejas concepciones ideológicas han
dejado de servirnos como guía y necesitamos optar por un camino nuevo y distinto que nos ayude a resolver a lo que como Humanidad nos enfrentamos.
Ya no nos sirven los modelos religiosos, políticos y sociales, que han ido derivando hacia un mundo injusto y desigual. Ese puntito en el
Universo, llamado Tierra, tiene que llegar a entender, que cada miembro de esta comunidad por derecho propio, necesita un reconocimiento en
su individualidad como humano único e irrepetible. Que la palabra POSEER no puede convertirse en protagonista absoluta; que una sola
persona no puede poseer una isla entera, mientras que otra no tiene derecho a un espacio vital mínimo; que un niño no puede morir en una parte del mundo mientras que en otra se desecha comida diariamente.
Pero la crisis no sólo es economía, hay crisis de valores, crisis en el clima, crisis en la naturaleza, etc..,
Pareciera que el planeta hubiera sido invadido por un virus que atacara los principios sobre los que se han asentado hasta ahora las columnas
que han permitido mantener durante muchos años las estructuras sociales y políticas, que ahora se desploman como castillos de arena ante las ráfagas de un viento nuevo y desconocido.
Si tuviéramos que definir con palabras este mundo caótico y paranoico en que nos movemos hablaríamos de intransigencia, injusticia,
desigualdad, codicia, maldad, servidumbre, soberbia, insolvencia, déficit, hipotecar, impunidad, miseria, hambre, dolor, caos…
Y yo me pregunto, qué herramientas necesitaríamos para transformar todas estas a palabras en otras como,
condescendencia , generosidad, comprensión, bondad,equidad,compartir,repartir,humildad,amor,paz,empatía,alegría,esperanza…No creo que
las reuniones del G20 nos ayudarán ni tantas y tantas instituciones que se han quedado obsoletas e inútiles para facilitar este cambio planetario al que se enfrenta la Humanidad.
Y entonces pienso, no será que tenemos q volver a nuestras raíces? Y las raíces están en la Tierra, en esa tierra que tiene vida propia, que
respira, que siente y que nos lo demuestra cuando ruge y exhala el magma desde sus entrañas y cuando huracanéa nuestros pueblos y nuestras
cosechas. Y no será que por encima de la tecnología, la telepática y los avances científicos, tenemos que empezar a prestar atención a esta naturaleza ignorada, contaminada y menospreciada por el hombre?
Este mensaje es el que están transmitiendo las 13 abuelas indígenas desde hace 3 años, y que después de reunirse en Nueva York impulsadas
por la misma señal recibida en sus distintas comunidades, van por todo el mundo impartiendo pedagogía, del conocimiento que sus antepasados
les han ido transmitiendo de generación en generación. Ellas hablan de una madre tierra dolorida y enferma a la que hay que sanar. Vienen
desde la selva Amazónica, del círculo polar ártico del norte de América, de las montañas del Tíbet y de África Central, y todas traen el mismo
mensaje: ecología, amor, paz y futuro para las generaciones venideras, partiendo de un respeto a la naturaleza y de un reparto equitativo de la
riqueza. Nos traen sus modos ancestrales de curación, quieren salvaguardar la herencia colectiva de las medicinas tradicionales, el respeto al aire,
al agua, la protección de todo lo que tiene vida, las plantas los animales. Luchar en definitiva contra la prevalencia del materialismo, frente a la
sanción de la madre tierra, con las herramientas que ella misma nos ofrece, pidiendo solo respeto a cambio.
Sé que más de uno sonreirá con condescendencia ante estas reflexiones tan sencillas, pero yo les pregunto, existe otro camino? , no nos
olvidemos que crisis significa romper y decidir y que los grandes cambios se logran empezando con las cosas más sencillas.

ILUSIONISTAS

Ilusionistas, un texto de Isabel Hernández, actual alumna del Curso Anual Creación Literaria.

Aquél día de conmemoración y festejo, llegó al pueblo una furgoneta de diseño muy hippie, de llamativos colores chillantes, llena de pegatinas de otras partes del mundo y saturada de cacharros extraños desde las ruedas hasta el techo. Techo que a su vez llevaba en su parte frontal, dos megáfonos, de los cuales salía una invitación al acercamiento. Una vez se hubo estacionado en un llano detrás de la vieja iglesia, acondicionado para verbenas y ferias, comenzó a emitir un pregón:  «Damas y Caballeros, Acérquense y vean el más difícil todavía, ilusionistas de sueños jugarán con su mente» Del interior, comenzaron a descender variopintos personajes muy distintos entre ellos pero todos con un mismo propósito. El primero en hacerlo, fue el conductor; un fornido acróbata enfundado en unos leggins de compresión y una corta camiseta, que dejaba al descubierto su musculado torso así como sus potentes brazos. De amplia sonrisa que le cubría todo el rostro y un extraño casco en su cabeza, se dirigió a la puerta lateral  del vehículo y abriéndola, ofreció aquellos poderosos mástiles de apoyo para que sus ocupantes descendieran. Al hacerlo, me dio la espalda y pude leer la serigrafía de su camiseta: «El Hombre Zumba». Debía de tratarse de algún domador o encantador de fieras.
Una mujer ligera como una pluma y delgada como una hoja de papel, fue la primera en asir el brazo del macizo. Llevaba en su otra mano un hatillo de libros como si de una historieta de Ibáñez hubiese cobrado vida y vagabundeando por su mundo necesitase encontrar algo. De cabello corto y de un intenso color oscuro, estaba lustrada por una chispeante llama de brillo, con un único filamento por idea, cual bombilla que de tanto dar calor en años, de encender y apagar sueños y pesadillas, quedaba la madurez de llevar con clase la experiencia de la arruga. Algo debió decirle el forzudo a su oído, pues de su boca comenzó a manar una cacareante y contagiosa risa, y sin más se dispuso a deshacer su hatillo, haciendo malabares con los libros. A continuación hizo su aparición una jiribillosa joven de modales sueltos como su melena. Cargada con unos grandes fardos de bolas de papel, sus ávidos ojos buscaron y rebuscaron a su alrededor la información necesaria para elaborar su trabajo. Psicológicamente, analizó todos los detalles del terreno incluida la inclinación, y pronto sus nerviosas y ágiles manos comenzaron a crear una carpa con aquellos fardos. ¡Brillante! Exclamó otra joven que descendía en aquel instante. Con una sonrisa media amarga como un café sin azúcar, otra sonrisa a medias con sus grandes ojos, comedida cautela y cierta filosofía, parecía estudiar a través de sus lentes, el enclave elegido por sus compañeros para la función. Sin perder elegancia, criticó todo lo cuestionable, incluso al pueblo y sus lugareños. Al pasar a mi lado, pude apreciar la ligereza de sus movimientos y pensé para mí, que debía tratarse de una trapecista en vuelo entre dos cuerdas y una sola red de protección. La del amor. Pude comprobar que la siguiente en bajar llevaba alrededor de su cuello, cual elegante bufanda, una serpiente de tamaño medio con la que parecía mantener una conversación existencial de la obra a representar. De alguna forma incomprensible para mí, aquel animal estaba atento a su ama y a su voz tan sutilmente parsimoniosa. Diríase que la tenía hechizada. Era como si algo místico las fundiera a ambas en un abrazo de danza ancestral y por un momento, quede cautivada. Detrás de ella, otra mujer de porte atlético, se bajó realizando estiramientos y aspavientos de brazos que no comprendía si saludaba a alguien, rezaba o simplemente desentumecía sus huesos. Quizás fuese la contorsionista de aquélla farándula. Permaneció en silencio y apartada del resto un buen rato, como si meditará. Por la parte trasera de la furgoneta, bajo otra mujer, algo indecisa y como asustada. Llevaba puesto un largo abrigo que indefinía más aún su persona pero curiosamente algo me decía que se trataba de alguien con peso en aquel tinglado. Cuánto  más absorta estaba en mis conclusiones, ¡tachamm!
De dos movimientos laterales abrió aquel abrigo como sí de un telón se tratara y dejó ver una preciosa casaca roja con grandes botones dorados y colocándose un alto sombrero de copa, tomó con decisión el camino hacia la plaza donde anunciaría que los ilusionistas habían llegado. Ella tenia claro cual era su sitio. Y cuando todo estuvo dispuesto para la representación, bajó de la parte delantera de la furgoneta, otra mujer. Con aspecto bonachón, de mirada tranquila y calmada,  hoyuelos de sonrisa cuando gesticula con su boca, brindó a todos los presentes un afectuoso saludo. Daba la impresión de despertar de un plácido sueño y no lamentaba llegar la última, pues era la Madame de aquella circense trupe. En sus manos llevaba una bolsa de la cual extrajo una muñeca hecha de retales de letras, con una bonita madeja de hilo negro por cabello y unos aros de verga alrededor de sus ojos haciendo de gafas. Estaba sujeta por unas cuerdas que partían de sus hombros y la Madame la hizo bailar como telonera de la función, al compás de una música que salía  de su pequeña boca. Debían recitar en conjunto todos sus compañeros un pasquín con tres propuestas: día de la mujer hoy debemos expresar, tú eres literatura y tienes la llave a tu libertad…

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