BATALLAS PERDIDAS de Iris Paz García
La gente suele decir que los piratas ganan cualquier batalla, pero no es verdad. Cuando luchan contra los marineros, masacran todo cuanto pueden. No matan en busca de un tesoro, aunque todo el mundo piense que es así. Saben domar el mar y cuidar de su barco, lo aprendieron para nunca olvidarlo.
Lo que nadie sabe es que los piratas ganan porque ya tuvieron muchas batallas perdidas. Destruyen a los marineros que tienen algo que proteger porque ellos perdieron aquello que tenían que cuidar. Y por eso decidieron proteger al mar y a sus barcos. Tan cruel es su destino que custodian aquello que no necesita a nadie para estar a salvo.
Aquella noche no hubo ninguna batalla que librar. No había un mar del que escapar. Y en aquellos momentos los piratas recordaban el pasado que se había llevado el mar en las tormentas. Por eso el capitán se había quitado sus ornamentados ropajes y su espada, fiel acompañante. Aquella noche fue un hombre, y no el capitán de un barco pirata.
Se sentó en un pequeño rincón de la proa del barco. Sujetaba entre sus manos un farolillo. Lo soltó y dejó que ascendiera hasta llegar al cielo. No, aquella noche fue mucho más que un hombre, fue un padre. Volvió a ser el padre que, junto a su hija, liberaba luces que volaban hasta el cielo, convirtiéndose en una estrella más.
Volvió a ser el padre que había perdido una batalla, que había perdido a su hija, que no la había podido proteger de la muerte.
Pero a la mañana siguiente volvería a ser el hombre de las batallas perdidas que intentaba sembrar victorias cuando, en realidad, vivía en una gran derrota.
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