Una etiqueta a la que no pertenezco pegada a un fondo blanco sin posibilidad de cambiar, 

una promesa irrompible, 

supuestamente. 

Noches claras en las que la rompí, una y otra vez, sin arrepentirme, pero culpable, 

pero ya da igual, ha cambiado, ha tomado otra forma distinta 

y me ha hecho ver que soy suficiente sin la persona hipotéticamente perfecta para mi, 

la que me haría impecable, la que haría que sentara cabeza y dejara de volar entre nubes, 

esos que tanto dijeron que necesitaba otra mitad para completarme, a los que escuche demasiado bien, y por demasiado tiempo, 

hasta que creí que sólo había una forma de vida que era la suya 

ya no me influyen, seguirán lanzando sus ideales contra mi, pero yo caminaré con la cabeza alta, 

cuadricularme en un color, pero entendí que soy miles de matices, pinceladas delicadas, y llenas de rabia,  

corrí tan rápido, dejando huellas a mi paso que nunca se borrarán, perdurarán en el futuro, en el pasado y en el presente. 

perdí mi parte sumisa, gané miles de fragmentos más, 

me acepte mi misma imperfecta, con roturas que quizás nunca terminarían de sanar, con mi interior lleno de texturas, paisajes y almas que al pasar a mi lado dejaron un trozo dentro de mi. 

mi mayor proeza, la perfecta, imperfecta. 

el laberinto del que ya salí. 

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