Visita al cementerio

Niño de verano de Iris Paz García

Era de noche, el día de año nuevo. Una enorme masa de personas reunidas en múltiples y desordenados grupos abarrotaba las calles. Fue entonces cuando una de las mujeres allí reunidas dio un grito de dolor. Se llevaba las manos al vientre, decía que no entendía qué ocurría. Tenía miedo tener un aborto sin caer en la cuenta de que estaba produciéndose un nacimiento. Fue allí, mientras las campanadas marcaban el compás de la llegada de otro año, cuando aquel niño de verano decidió que le apetecía más nacer en invierno. Como si todo hubiera sido premeditado y estuvieran celebrando su llegada, los petardos estallaron. El niño  se encogía, lloraba en silencio y sentía los aullidos y sollozos de los perros a su alrededor. El niño había sido cubierto con una manta que le mantuviera al margen del frío y, atraídos por la pequeña cara cubierta de lágrimas del bebé, acudieron a su encuentro. El pequeño se revolvió cuando encontró sus ojos expectantes, reconociendo en ellos el mismo miedo. Se sintió un poco menos solo, dejó de encogerse, abrió los ojos sin temor.

Nunca más volvería a huir cuando escuchara un petardo.

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